Hoy está muy guapo con ese traje, parece todo un galán. Seguro que
habrá acaparado más de una mirada al entrar y es normal, si es que más elegante
no se puede ser. Hombres así no se ven todos los días, con esa forma de
caminar, de hablar, de mirar… hablando de mirar, vaya mirada me acaba de echar. Que no se note que te mueres por sus huesos, pero tampoco que parezca una
estrecha. Qué difícil es esto. Tiene la pajarita un poco torcida, a ver que se
la pongo bien.
Espero que no se me note mucho, pero aún sigo impresionado por lo
reluciente que está esta noche. Y eso que ya han pasado unos 30 minutos desde
que salimos. Ese vestido le queda precioso, es toda una mujer, de los pies a la
cabeza. Necesito relajarme un poco y sacarme el palo que tengo metido por el… a
ver, respira. Por el amor de Dios, tiene la espalda escotada, ¿cómo voy a
relajarme? Venga, adelante, respira. No, por favor no… y encima tengo la
pajarita como un colegial.
Desde que hemos entrado en este sitio no ha abierto la boca, me estoy
muriendo de los nervios, ¿qué estará pensando? No sé si decir algo, o no, o
simplemente sonreír. Además me ha mirado disimuladamente por detrás y no sé
si habrá intentado disimular, pero le ha gustado, o no, no sé, es que viene
tan apuesto y todo es tan bonito que no quiero estropearlo. Ha sido todo un
detalle reservar una mesa aquí tan apartada del resto y, además, mira qué preciosidad
de mesa, unas cuantas velas y ¿estos son...? Sí, sin duda alguna. Mmm… qué bien
huelen.
Creo que el restaurante le ha gustado. Está un poco
callada y parece un poco nerviosa. Dios… vaya sonrisa, como siga así no voy a
poder decir nada y lo que es aún peor, voy a parecer idiota. Está claro, le ha
gustado. La noche se está portando, la luna está llena, el cielo está plagado
de estrellas y mi toque personal de lirios y velas no puede fallar. Por ahora
va todo bastante bien. Pero deja de sonreírme así… Vaya por Dios.
Ahí viene el camarero con la botella de vino. Me siento como en una
película, mi propia película, es todo tan mágico. La verdad es que no sé bien
qué hacer, nunca había estado en un lugar tan sofisticado. ¿Se pide ahora la
cena, o el menú ya está elegido? Soy como una niña pequeña, qué vergüenza. Mejor
le dejo a él que se encargue de todo. Presiento que esta noche va a ser
inolvidable.
Ya está aquí el vino, seguro que le gusta. Está un poco expectante, no
creo que sepa nada, pero tampoco creo que no se haya olido algo. No sé si ahora
o más bien después. Mejor lo pienso sobre la marcha. Siempre se me ha dado bien
improvisar, según ella es uno de los motivos por los que se enamoró de mí.
Estoy orgulloso de poder decir que es mi chica. Se merece todo esto y más.
Vaya, pues sí que está bueno el vino.
Mmmm, está exquisito. El vino claro… bueno, también él. Aquí seguimos,
como dos adolescentes recién conocidos. Parece nuestra primera cita, los dos alterados
y… no puedo creerlo, esa es nuestra canción, creía que ya no se acordaba. Y mis
amigas me preguntan cómo sigo enamorada de este hombre. La pregunta es cómo no
voy a estarlo si es perfecto, incluso después de tantos años. Así es imposible
no suspirar. Ya va siendo hora de dejar de disimular, se lo ha ganado.
Se creía que no me acordaría y ahí está, “Do you feel me” de Anthony Hamilton, sonaba cuando nos vimos por
primera vez y lo sabe. Ella llevaba un pantalón corto
de verano blanco con un estampado de flores y una fina blusa a juego. No falta
decir que iba guapísima. Yo estaba sentado a dos mesas de ella, justo en
frente, con un café y ordenando unos apuntes para la facultad. Ella estaba
leyendo muy concentrada un libro bastante interesante ¿Cómo se llamaba? Parecía
misterioso… ¿“El lienzo de los malditos”? Sí, creo que era así. Levantó la
mirada un momento y el tiempo se paró durante aquellos segundos. Yo estaba con esa
cara de tonto que me caracteriza cuando la miro. Se sonrojó, era una auténtica
flor en primavera. Recuerdo que se le escapó una media sonrisa y volvió a su lectura. Es como si fuera ayer
y fíjate, aquí estamos, después de tantos años.
Cuando creía que no podía gustarme más va, me guiña el ojo y me
acaricia la mano. No puedo con este hombre, seguro que estoy roja como un
tomate. Pero lánzate ya, que ya sé que tienes algo para mí, déjate de rodeos…
venga, venga, venga.
Se está muriendo de la curiosidad, no para de decírmelo con la mirada.
Ya va siendo hora de dejar de disimular, se lo ha ganado.
Venga ya hombre, haz algo, di algo, que no aguanto más esta emoción.
¿Espero un poco más?... no, este es el momento, allá voy. Prepárate, porque yo nací preparado. ¿Lo tengo en el bolsillo derecho
o izquierdo?
¿A qué demonios estará esperando?
Aquí está… Ya no hay vuelta atrás, ahora o nunca – Cariño, feliz 50
aniversario –.