viernes, 16 de diciembre de 2016

Camino al infierno

No quiero leer tus labios
Quiero besarlos
Muy abajo
En la tierra dónde todo es pecado

Entrégame tu voz más quebrada
Tu aliento más ahogado
Sube por tu vientre
Nace y muere en mis manos

Que pasen 30 años
Despertemos mañana
Alejados de las calles
En lo más profundo del valle

Te tatuaré mil besos en la espalda
Mil mordiscos en el cuello
Contaré tus lunares
De camino hacia cualquier lado

Son mías tus caderas
Un perfume entre claveles
Olvidemos los bares
Olvidemos. Bailemos

Llévame al infierno
Rodéame con tus piernas
La noche entera
Que mañana será otro día



martes, 8 de noviembre de 2016

Tuyo

Un saludo
Un aquí te espero
Un para siempre

Un hasta luego
Un lo siento
Un golpe de suerte

Un ahora vengo
Un regalo
Un no quiero perderte

Un no te olvido
Te he echado de menos
Un gesto inocente

Una chispa
Un latido
Una causa pendiente

Un desafío
Una advertencia
Un deseo ardiente

Un tranquilo
Que estoy contigo
Cuando despiertes

Un sí quiero
Un te quiero
O simplemente un beso...

viernes, 14 de octubre de 2016

Cap. 5 "Por amor al arte"

Por amor al arte



La televisión estaba encendida con el canal de noticias 24 horas.
– Acércame la camisa.
– ¿Qué camisa?
– La que está a tu izquierda, tirada en el suelo.
– ¿Dices este trapo hecho una bola? Pensaba que formaba parte de la decoración.
– Dame. – dije cogiéndola de su mano y levantándome de la cama.
– Qué rápido te quieres marchar, parece que hallas pasado una mala noche. ¿Qué pasa, no te ha gustado? – su cuerpo, posado sobre la cama, permanecía desnudo suavemente acariciado por una sábana blanca impoluta que trepaba hacia su ombligo. El contraste que formaba con su piel era hipnotizador, a la vez que tentador.
– Si fuera eso, ten por seguro que ya no estaría aquí. – dije serio mientras me enfundaba la camisa de pie frente a la ventana. Las vistas que atravesaban los cristales, coches yendo y viniendo, me recordaban la poca repercusión que tenía la vida de Simon.
– Pues podemos repetir si quieres. Tengo la mañana libre. – su dedo índice se deslizó de forma exquisita entre sus pechos en dirección a su abdomen de puro chocolate con leche, una estrella fugaz en la noche.
– Y yo un asesinato a mis espaldas. – respondí mientras terminaba de abrocharme los puños de la camisa sentado a los pies de la cama.
Se retiró de entre las sábanas arrastrándose hacia mí con instinto felino, me rodeó con sus delictivos brazos por la espalda y acarició mi pecho descubierto por el hueco de la camisa. – Lo sé. Me acuerdo cada vez que te miro, que te huelo, que oigo tu voz.
– Tengo que irme. – aparté sus manos de mí, recogí mi chaqueta y me dirigí hacia la puerta.
– Pues yo voy a darme una ducha. – paseó sinuosa y vacilante hacia el baño, parecía estar pisando pétalos de rosa. A mitad de camino me lanzó una mirada sensual y provocativa que me invitó a acompañarla. Tuve que declinar la oferta.
– Por cierto Scarlett.
– Dime. – dijo desde dentro mientras encendía la ducha, obligándonos a ambos a hablar un poco más alto.
– ¿Sigue en pie lo hablado?
– Claro.
En ese preciso instante anunciaban el asesinato de Simon en la televisión.

martes, 11 de octubre de 2016

Un beso

Pienso
No sé qué hacer
No hago nada

No pienso
Te invito a un café
Te miro

No sé en qué pienso
Cuando no sé qué hacer con tus miradas
Cuando por un instante me abandona el alma

Pienso en besarte cuando me cruzo contigo
Sin embargo digo que estás preciosa con ese vestido
Y me quedo totalmente quieto

Me abruma darme cuenta que no tiene sentido
Pensar que no sé por qué digo lo que digo
Para después guardar mis deseos en secreto

Mil motivos tengo
Y pienso en hablarte
Y en volver a besarte
Un beso como nunca antes lo hizo nadie

Te tengo en las mañanas
Por un breve instante
Aunque no lo sepas

Me tienes bajo el manto oscuro de luces
Pensando
Quizás soñando

Nos tenemos
No como lo anhelo
Pero me es suficiente

Pienso fuerte
Hablo muy bajito
Espero

Maldito secreto
Pienso que haría cualquier cosa
Por atreverme a darte…




lunes, 10 de octubre de 2016

Cap. 2 "Venganza"

Venganza



La luz de la lámpara que colgaba del techo incidía próxima a la mesa dejando al descubierto poco más que mi rostro. El frío, gris y diminuto cubículo en el que me hallaba encerrado disponía de tan solo una mesa, dos sillas, una puerta y un gran espejo colocado en la pared, a mi izquierda. No hacía falta decir que al otro lado de aquel reflejo desolador apuñalaban observantes los acosadores ojos de la justicia. Entre una cosa y otra, y que los procedimientos policiales son algo lentos, ya era de noche. Llevaba no sé cuantos minutos esperando que algo pasara. Lo peor de aquello eran las puñeteras esposas. Quitando ese detalle, estaba como en casa. Me sentía sumergido en un pozo lleno de mierda en el que alguien me había ayudado a zambullirme. No soportaba tener que esperar allí solo, en silencio, sabiendo que en realidad no lo estaba, escuchando la nada y sus ruiditos y sintiendo el dolor de un cuchillo que se hallaba fortuitamente incrustado sobre mi espalda.
A pesar de sentirme cansado y frustrado, permanecí impasible ante mis oscuros pensamientos. Pura tranquilidad interminable. No sabía a qué estaban esperando. Quizás se habían olvidado de mí.
Cuando por fin escuché el chirriar del pomo. El ruido de unos tacones, que golpeaban el suelo de forma lenta y firme, se adentraron poco a poco en aquella singular habitación de invitados hasta frenar en seco. Le siguieron de cerca dos de los pies más conocidos, no solo en aquella comisaría, sino en toda Nevada. Él era el reputado detective Mike Cunnighan, famoso por sus cientos de detenciones, casos resueltos y su duro y audaz carácter. Era un hombre corpulento de mediana edad, de unos metro ochenta y cinco, pelo medio largo y castaño peinado hacia atrás, bigote al estilo Hulk Hogan y unas gafas de aviador con cristales de sol abatibles. Estábamos en pleno invierno, por lo que vestía una gabardina, la típica indumentaria de un detective. Sin embargo, la otra persona era una señorita que no llegaba a reconocer del todo, aunque su cara me recordaba a alguien. Por su edad seguramente llevaba poco en el cuerpo. Mediría aproximadamente metro setenta y tres, delgada, con no muchas curvas, pero las necesarias para proporcionarle un aspecto refinado. Sus mechones formaban unos tirabuzones rubios perfectos que bailaban sobre unos pechos turgentes, o al menos lo parecían tras aquella camisa. Vestía un pantalón de oficina gris ajustado, una gabardina a juego y unos zapatos negros de tacón. Su nombre era Linda Elles, pero eso yo no lo sabía.
Una vez dentro, el detective Cunnighan rodeó la mesa, se colocó al otro lado, apartó la silla, se sentó sin prisas, a su ritmo, y sacó una bolsa de plástico de su abrigo que contenía mi pistola y unos cuantos casquillos de bala. La sujetaba baja con una mano mientras la observaba con seriedad. Su compañera seguía de pie junto a la puerta.
– Buenas noches señor Luster. – dijo mientras aún posaba su mirada en la bolsa. Su voz era grave y profunda como una cueva – ¿Reconoce esto que tengo aquí? – me preguntó a la vez que dejaba la bolsa sobre la mesa.
– Es mi arma y unos cuantos casquillos. – respondí contenido, discreto, serio. Aún así  no pude evitar mirarla extrañado.
Hacía tiempo que no había tenido que usarla, por lo que la procedencia de los casquillos me era desconocida. Era muy raro. ¿Qué cojones hacían mi pistola y aquellas balas juntas en la misma bolsa? La tuve conmigo todo el tiempo. De mi boca no salió ni una palabra más. Un instante de silencio frío y tenso. Tres personas y una única salida. Tenía la sensación de estar allí por un motivo muy diferente al que debería.
– Señor Luster, los proyectiles que encontramos en la escena del crimen encajan a la perfección con su pistola. Usted es… era el guardaespaldas del señor Felton. Lo conocía bien, lo seguía de cerca, sabía qué hacía, dónde lo hacía y cómo lo hacía. ¿Qué pasó? ¿Fue por una causa personal? ¿O más bien un tema de trabajo?
Ni una palabra, ni un gesto, nada que decir. Solo una mirada fija e imágenes borrosas que centelleaban en mi cabeza. Imágenes que no terminaban de coger forma, el delirio de una noche psicotrópica y mucho ruido. Una mezcla de calor y frío.
– ¿Qué le empujó a hacer tal cosa?
Subía por mis pies un fuego abrasador que se extendía hasta mis puños y hacia mi cuello. Nada, no hice nada.
– ¿No piensa decir nada?
Estaba encerrado, a mi alrededor las paredes se estrechaban. No podía hacer nada para cambiar la situación. No tenía nada que decirle. No tenía nada.
–A lo largo de mi carrera he visto cosas muy extrañas, señor Luster. Me pregunto por qué llamó a la policía.
Nada.
El detective, sin dejar de clavarme sus ojos, sacó un cigarrillo del bolsillo derecho de su gabardina, y lo colocó en la boca con tranquilidad. Su espalda descansaba despreocupada en el respaldo de su silla. Sacó una cajetilla de cerillas del bolsillo del otro lado. Su serenidad me interrogaba con más fuerza que sus palabras. No le corrió prisa encenderlo. Los restos quemados los tiró hacia la mesa. La primera, intensa y prolongada calada dejó una neblina que flotaba entre el detective y yo, una bruma diluida que únicamente se dejaba ver bajo la columna de luz que desprendía la lámpara.
– ¿Dónde estuvo la noche del crimen?
El humo seguía ondeando entre nosotros. Nada más.
– Imagino que tendrá algo que decir, aunque no sea a su favor.
– Lo siento Cunnighan, lamento decirle que en estos instantes no creo que esté en situación de poder ayudar a nadie.
No hacía falta decir nada más. No lo necesitaba, era un hombre inteligente.
Recogió la bolsa con la misma tranquilidad con la que se sentó. Se levantó y se acercó a mi lado, erguido, posando la yema de los dedos sobre la mesa. Permaneció durante un corto instante. Se fue de la habitación tal y como vino, seguido de su ayudante.
Me esperaba una velada acogedora en la comisaria con la hospitalidad propia de la casa. Estuve dándole vueltas una y otra vez a los hechos. Seguía sin tener nada en claro, destellos y ruidos. En la pared, escrito a rayón limpio, se leía una palabra cálida como una noche de navidad junto a la chimenea, VENGANZA.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Cambio de estación

No reparo en sentarme a perder el tiempo. Miro mi reflejo y parece perfecto en silencio, dos pequeños espejos que congelan el mundo y prenden una llamarada imparable que se extiende de un pequeño lugar de mi corazón al resto de mi cuerpo. Siento, tan solo siento cuando te miro y me veo, cuando sé que me miras y te ves reflejada del mismo modo en mis pupilas, que se dilatan como una rosa que florece. Los olores y los colores van de un lado para otro como pequeños ruiseñores cantando bajo el cielo. Parece primavera, pero es invierno. Me siento en silencio y tan solo te observo cuando podría estar dándote ahora mismo un beso. No te acercas y yo no me acerco. Tú te alejas y yo te observo.

domingo, 28 de agosto de 2016

Un anillo y dos rosas

¿La echas de menos?
No hay un solo día que no piense en ella. Lo sé, tú también, sé que la querías con todo tu corazón. Ya me lo decía tu abuela, la vida no es justa. Nunca imaginé que llegara a tanto.
Hay mucha calma en la habitación. A tu madre le encantaba cuando te contaba mis historias, decía que lo hacía muy bien. Acababa siempre por escucharlas junto a nosotros, acostada a tu vera, y eso que soy muy repetitivo.
¿Alguna vez te he contado cómo conocí a tu madre?
Yo era muy joven, repartía el correo en bicicleta. Fue un momento que quedó grabado a fuego en mis retinas. A día de hoy lo vivo con la misma intensidad. Ahora que tengo los ojos cerrados es como si volviera allí.
La historia es que el buzón de la casa donde tu madre vivía desapareció, pienso que algún vándalo se lo llevaría. Nunca llegué a darle las gracias. Era una pequeña casa blanca de dos plantas con jardín, muy bonita. Como no tenía dónde dejar la correspondencia me acerqué y llamé al timbre.
Te digo esto con el corazón en la mano, nunca pensé que las puertas del cielo estuvieran tan cerca. Podría haberme abierto su padre, pero aquel día estaba escrito en el destino. Un pequeño ángel de pelo castaño y fino como la seda apareció al otro lado de la puerta. Tampoco llevaba nada especial, pero aquellos grandes ojos color de otoño me quitaron el aliento. Para rematar la faena se le escapó una risa.
Nunca se lo llegué a preguntar, pero creo que fue por la cara de tonto que seguro se me quedó al verla. Tú ya sabes cómo me gustaba esa paleta medio torcidita de tu madre. Aunque se molestara cuando se lo decía, le hacía una sonrisa preciosa. Desde aquel día alguien casualmente se encargó de que aquel buzón nunca apareciera.
Hoy día las cosas son diferentes, apenas se escriben cartas y todo está informatizado. Es solo mi opinión, pero creo que se está perdiendo el romanticismo. En mis tiempos había pocos ordenadores y hacían solo una o dos cosas, hoy parece que te hagan hasta el desayuno. La tecnología ha avanzado mucho, pero si te digo la verdad, ahora veo más problemas que antes.
Después de eso le fui escribiendo cartas anónimas, una tras otra, cada semana. Por supuesto, se las entregaba personalmente. Un día, no sé cómo, tuve el coraje de poner mi nombre en una de ellas. A la semana siguiente fui yo quien recibió una carta. Esas cosas se han perdido. Es una pena, las parejas ya no son como antes.
La vida corre muy deprisa y encima ahora está todo lleno de luces, ruidos y colores centelleantes. Así es normal que vayáis tan confundidos. Los colores que más me gustaban eran los que llevaba tu madre. Siempre llevaba rosas consigo, en el vestido, en los pendientes, a veces parecía que las llevara en la piel.
En nuestra primera cita parecía que las llevara por todas partes. Cada vez que se movía un poco desprendía su fragancia. Desde luego era mi perfume favorito.
Creo que se nos está acabando el tiempo, estoy escuchando a los médicos. ¿Me agarras la mano?
Hablando de mano, le pedí la mano en el retiro, subidos a un bote. Le regalé un ramo con una tarjeta en la que se podía leer, “Eres la única rosa que nunca marchita y siempre huele a primavera, no quiero más flores en mi vida, tan solo responde una pregunta…”, saqué el anillo y se lo solté, y ella me dijo que sí, y casi me caigo al agua de la emoción. No ha existido otra compañera en mi vida como ella. Estos son los pequeños momentos que dan sentido a la vida. Olvídate de las tonterías, que hay muchas, y céntrate en lo importante, las personas. Rodéate de buenas personas.
2 de febrero, el día que supimos que ibas a venir al mundo.
Perdimos a tu abuela. No hay un solo día que no piense en ella. Ya me dijo más de una vez, no sabrás lo que tienes hasta que lo pierdas. No sabía realmente lo que significaba hasta que pasó. Era la mujer más sabia que jamás he conocido. He tenido presente en tu educación cada una de sus enseñanzas. Ojalá la hubieras conocido.
Al cabo de unos días tu abuelo se vino a vivir con nosotros. Cuando naciste le diste color a su vida, tendrías que haber visto su cara cuando te vio. Se le veía tan viejo a tu lado. Me demostraste que me equivocaba, pensaba que no habría más flores en mi vida y aquí estás. Tienes la misma sonrisa que tu madre.
Acaba de llegar el médico. No te pongas nerviosa. Tarde o temprano tenía que pasar. Estoy muy orgulloso de tí. Eres una mujer fuerte.
Estás temblando. Parece mentira el tiempo que ha pasado ya, parecía ayer cuando me llamaste papá por primera vez. Colegio, instituto, universidad. Qué rápido pasa todo. Ya me lo decía tu abuela, he viajado por todo el mundo, desde Argelia a Canadá, hasta el este de Europa, y puedo decirte que solo hay una cosa más valiosa que el oro y que nunca regresa, el tiempo.
Espero que no me esté escuchando tu madre, pero eres incluso más bonita que ella. A ver si ahora que nos volvemos a ver me va a dar un cosqui.
Creo que voy a tener que ir despidiéndome cariño,
noto más flojito el corazón,
¿me agarras la mano?
No te enfades con el mundo.
No te pongas triste por mí. Tú solo no sueltes mi mano. ¿Me echarás de menos?
Ojalá pudiera verte,
ojalá pudieras oírme.
Noto más flojito el corazón.
¿Alguna vez te he contado cómo conocí a tu madre?



jueves, 25 de agosto de 2016

Con el corazon en un puño

Con el corazón en un puño y la mente agitada
Siento que necesito escribir estas líneas
Porque quiero apretarlo aunque me haga daño
Y es por eso que escribo antes que morir en mis propias manos
Duele cuando te extraño, solo quiero apretarlo
Y lo aprieto porque quiero sentirlo
Y duele como nunca antes lo hubiera imaginado
Viajo a través de la tinta en busca de una voz amiga
Porque el papel siempre escucha
Se deja marcar en la blancura de su alma
Y recoge las lágrimas que más pesan
Y es por eso que escribo
Porque no sabría hacia dónde ir
Ni sabría con quién hablar
No encuentro descanso en la noche
El tiempo se vuelve material y se puede romper en mil pedazos
El sol se ha puesto
Ha caído en un profundo sueño y no ha vuelto a despertar
Yo sigo aquí, sentado junto a una vela
Esperando a que se encienda una estrella
Escribiendo con el corazón en un puño

lunes, 30 de mayo de 2016

Tierra seca

Cómo puede haber tiempos felices
En tiempos de guerra
Solo veo hambre en nuestro pueblo
No veo más que miseria

Caen dos gotas con historia
Una por cada mejilla
Salpican el campo arado
Que soportan mis rodillas

Donde antes había gloria
Ya no quedan ni semillas
Tres o cuatro cuervos
Se las comen en pandilla

Poco queda por recoger
Polvo de tierra y migajas duras
Se agrietan los ríos, se vacían los mares
Se pierde hasta la locura

Viene de lejos este tormento
Y sopla siempre en contra
Como el viento que trae desgracia
Como el sol que seca mi cara

Cómo puede haber tiempos felices
Cuando nada llega a la orilla
Olvidado en esta isla
Este tiempo lentamente acuchilla

viernes, 22 de abril de 2016

Ahora que lo mereces todo

Ahora que lo mereces todo
Y no puedo hacer nada
Las cosas pasan a estar en blanco y negro

Ahora que es tarde
Y ya no existe modo
Me duele saber que serás siempre amada

La brisa del sur será siempre tuya
La costa y el mar serán tu morada
Un último paseo quisiera por la playa
Un último beso cálido en la mejilla

Ahora que lo mereces todo
Y no puedo hacer nada
El brillo del oro parece una cruel mentira

Ahora que es tarde
Y ya no importa cómo
Camino siguiendo tus huellas en la orilla

Tu sonrisa brilla cada noche en mi cielo
Una luz muy fuerte que no me deja solo
Un último cuento antes de ir a la cama
Una última oportunidad para decir que te quiero

Ahora ya es tarde
Para decirte que te extraño
Mamá

domingo, 24 de enero de 2016

Que me pregunten si es un error

Que me pregunten si es un error amar demasiado. Que me pregunten si es cierto que querer estar a tu lado cuando estoy despierto es demasiado. Y aunque ando muy lejos, tan lejos de tus labios, cada noche aún te beso. Que me pregunten si es verdad que te amo, para poder gritar a los cuatro vientos que el reloj sigue a lo suyo, pero yo sigo a lo mío contando el tiempo que ha pasado para darte cada uno de esos besos. Que me pregunten, que me pregunten una y mil veces. Que me pregunten por las calles. Que me pregunten a todas horas. Que me pregunten todos para no parecer un loco desconsolado que camina bajo los balcones gritando. Que me pregunten si es un error amar demasiado para saber que es aún poco lo que hasta ahora te he amado.

jueves, 7 de enero de 2016

Ella se fue

Y se fue, como la primera hoja que cae
Buscando nuevos colores y matices
Tapizando el camino de atardeceres
Porque ante todo quería ser feliz

Y se fue, dejando atrás sus raíces
Marchando lejos de los mares
Flotando entre las notas de un violín

Con una eterna sonrisa triste se fue
Pero las noches conmigo se quedaron
Para hacerme compañía en los bares
Y recordarme el sabor de su carmín

Se fue y quizás nunca vuelva a mi lado
Y aunque el tiempo sea siempre pasado
Como ella cae, no caerá olvidado
Su voz amable, su manera de reír