“Mientras exista vida, habrá luz en las
tinieblas. Mientras exista un hombre capaz de empuñar una espada, habrá
esperanza. Mientras quede aire en nuestros pulmones y sangre en nuestras venas,
lucharemos. Por nuestra tierra, por nuestros hijos, por la vida.”
– No te demores
Zeon o se nos hará de noche. – Cabalgaba medido el príncipe Thorian a lomos de
Valiente, su fiel compañero, un caballo de pura raza blanco como la nieve y
hocico negro como el carbón. Firme y elegante, joven y poderoso. Eran el uno
para el otro.
– ¡Voy hermano! –
a pocos metros a su retaguardia le seguía el pequeño príncipe Zeon. Mientras su
hermano lucía su largo cabello blanco recogido en una coleta, su melena rubia hondeaba
con la cálida brisa de verano y desprendía hipnóticos reflejos dorados cuando
el sol incidía sobre ella. – Había visto unas flores que quizás gusten a
hermana y me he parado un momento a cogerlas.
– Sí, claro…
Seguro que son para hermana… – lanzó una mirada guasona y acusadora que sonrojó
al instante a su hermano.
– ¡Sí lo son! –
contestó exaltado mientras Thorian seguía sonriendo discretamente. – Oye
hermano… ¿Por qué hermana no viene nunca con nosotros? – preguntó el pequeño
Zeon con la inocencia de un niño.
Paseaban
tranquilamente por los bosques que rodeaban Ciudad de Luz, su hogar. El día era
plácido, soleado y con nubes blancas moteando el lienzo azul celeste que lucía
sobre sus cabezas.
– Porque no
puede. – respondió solemnemente el príncipe Thorian.
– ¿Por qué? –
insistió extrañado y un poco molesto Zeon.
– Porque es una
mujer y las mujeres de la corona no pueden salir más allá de las murallas sin
un motivo de peso hermanito.
– Pero… – seguía
el pequeño sumido en su duda – Ella es mayor que tú.
– Y no por eso
deja de ser mujer.
No contento con
las respuestas de su hermano mayor, Zeon insistió – Además sabe usar la espada
y el arco, sabe montar y conoce nuestras tierras. No lo entiendo.
– Nuestra querida
hermana sabe de nuestras tierras lo mismo que los libros que versan sobre
ellas, hay una diferencia sustancial entre leer y conocer. ¿O acaso crees que
sabrías montar a caballo tan solo leyendo en infinitos libros cómo hacerlo? Al
final de todo es una mujer y así está escrito.
– Es injusto. –
respondió hacia sí mismo en tono molesto casi balbuceando.
– No se trata de
justicia hermanito, se trata de cumplir la ley. Bueno, ¿me vas a decir para
quién son esas…
Una flecha arrebató
de golpe el aliento del príncipe Thorian con tanta fuerza que lo hundió en el más
frío silencio. Su cuerpo cayó desplomado al suelo al instante ante los ojos
incrédulos y agitados de su hermano. El corazón del pequeño se aceleró hasta
tal punto que su cuerpo quedó petrificado, mientras su mente corría
violentamente más allá de los árboles pidiendo auxilio. No podía si quiera
coger aire. Entonces Thorian alzó la vista a los ojos de su hermano como pudo.
El dolor se hacía presente por cada vena que recorría su cuello, en la saliva
que se desprendía de su boca y en el color rojizo de su piel.
– ¡¡Corre…!! – exhaló
entre ruidos de dolor ahogado.